“Los enredos de la razón y el dulce olvido” de Susana Gomez / Dic 2022

La tensión entre presencia y vacío se sostiene en su práctica artística hasta el presente. No como dos polos que anhelan una síntesis, sino como una operación que sucede a la vez hasta evidenciar una gramática con sus variaciones. Si bien estas estancias pueden suceder de distintos modos en lxs cuerpxs, Susana las acota a su representación pornográfica; específicamente trabaja con el cuerpo que se signa como mujer dentro de una lógica de deseo heteropatriarcal.

Para el desmontaje de esta figura, la artista recurre al vacío, a la horadación parcial o total del gesto facial y corporal. A partir de un lenguaje ligado al cómic, lo que tenemos a la vista es la silueta y el espacio que habita. Ambos son suficientes para que nuestra imaginación complete lo que falta: no se trata de mujeres con nombre propio (que pueden o no disfrutar de hacer porno, que pueden o no estar conformes con la imagen que producen o con cuánto ganan), sino de la construcción social de la mirada que reduce a la mujer a una superficie donde colocar una serie de signos.

En este colocar, la función masculina toma poder sobre lxs cuerpxs, su placer es resultante del dominio que lxs reduce a una imagen pasiva e inerte. La legibilidad de lo visible corrobora el rol de lo masculino: su mirada frontal/cenital funda una moral vertical donde él ve sin ser visto y sin tener que devolver la mirada. 

Susana se detiene, observa de vuelta y escribe para reflexionar sobre el espacio, específicamente sobre la importancia de las capas en la producción de sus obras, las cuales asocia con la aglomeración de experiencias en distintos tonos: “entender la vida con esa lógica de capas, poniendo una delante de la otra, como vivencias, conocimientos, tropiezos, aciertos, incertidumbres, qué sé yo. Imagino que así es como uno construye su realidad-personalidad, creando el sentido de la existencia”.

En la muestra pervive la construcción bizantina por superposición de capas como acumulación de vida y también como presencia de una superficie que organiza todo. Durante ese período, la capa dorada al fondo que sostenía a las figuras empalmadas, una sobre otra, afirmaba la omnipresencia de Dios. En el trabajo de Susana se pierde la referencia a lo divino, pero no al plano que ordena de antemano. La superficie emula a la pantalla que recibe las capas no como un espacio de discusión, diálogo, disenso y posibilidad de un común, sino como lugar en donde ya se sabe qué sucederá y cómo acabará la situación.

Volvemos. Si la historia ya está escrita desde una construcción ocular, con espacios, signos y funciones, entonces habrá que ir a hacer vacío de ella. Aquí, el vacío es un espacio indeterminado que no sólo evidencia la mirada heteropatriarcal en la que crecimos y aprendimos a desear, sino que también articula la posibilidad de un desplazamiento, de una pausa que nos invita a detenernos frente al cuerpx de otrx para considerar que es algo más que el signo que nos enseñaron y su representación. No codificar: prestar atención.

–Sandra Sánchez